miércoles, 5 de marzo de 2008

Bolivia cambia, Evo cumple, nosotros nos vamos

Evo Morales, el primer presidente indígena no sólo de Bolivia sino posiblemente de toda América. Un auténtico hito aunque la mayoría de vosotros lo conoceréis por el jersey a rayas que se puso en su visita oficial al Rey y a Zapatero. Un “genio” del marketing porque con ese simple gesto no sólo se situó en el panorama político sino que dio a conocer claramente cómo es el país que quiere construir. Una pachanga. Es decir, el único sitio donde un suéter con los colores del arco iris puede quedar bien. Y a fe que lo está consiguiendo. Su claim que puede verse por todos lados lo dice clarito: Bolivia cambia, Evo cumple.

Y tanto que cumple, como muchas de sus continuas amenazas de nacionalizar los recursos naturales o revisar los contratos para su explotación, que han asustado a todos los inversores extranjeros. Y así, claro que cambian pero para quedarse igual. Menos él porque con la publicidad gratuita que se está haciendo en cada obra del país, ha pasado a ser la mayor marca de todo Bolivia. Lástima que no puedan exportarlo, para levantarse unas divisas y para sacárselo de encima. Porque por lo demás, no tienen nada interesante que vender fuera, un poco de gas y para de contar. Por eso, su balanza de pagos es tan negativa que su moneda está por los suelos. Así deben conformarse con lo que tienen porque importar cualquier cosa es un sueño imposible. Aunque a decir verdad, a ellos tampoco parece importarles demasiado y a los de fuera menos, porque venirse aquí de vacaciones es más barato que ir a la China.
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Del turismo que podría ser una pequeña entrada de capital, pasan más que su presidente de la corbata. En la parte boliviana del Titicaca, tienen la Isla del Sol y la de la Luna. Las Islas Sagradas desde las que, dice la leyenda, Manco Cápac surgió con su hermana sacerdotista para fundar el Imperio Inca. La de la Luna está cerrada por remodelaciones pero si pagas 100 dólares cualquiera te lleva. La del Sol la tienen tan abandonada que los caminos que llevan a la Piedra Sagrada no están ni señalados y el Templo del Sol ni lo vimos porque no fuimos capaces de encontrarlo. Ni nosotros ni los otros 20 turistas de turno. El resto ya hacía rato que se habían vuelto indignados. La excursión se acababa en la Fuente del Inca, donde figura que brota el agua de la vida eterna. Ni la probamos porque estaba pintada de un lado a otro con grafittis. Al menos, por una vez, no era ninguna propaganda de su presidente. Mientras Bolivia cambia y Evo cumple, nosotros preferimos volver a Perú. Allí las cosas cuestan un poquito más, pero son mucho más interesantes.
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