domingo, 13 de enero de 2008

La Cruz del Sur

Ayer dormimos en un pueblo costero de la isla sur de New Zealand que no tenía nada de especial. Bueno, según ellos, es uno de los únicos sitios del mundo donde siempre tienen ballenas porque les gusta rondar por ahí. El mar de ballenas no sé porque no vimos ni una, pero el cielo de estrellas lo tienen abarrotado. Estamos en el Hemisferio Sur y aquí tienen un buen pedazo de cielo que, por allá arriba en el Norte, no vemos ni veremos nunca. Igual que nosotros utilizamos la Estrella Polar para localizar el Norte, ellos hacen lo mismo, pero en el otro extremo, con su famosa Cruz del Sur. Tan famosa que incluso aparece en su bandera. Cuatro estrellas dispuestas en forma de asta, fáciles de localizar gracias a las gemelas Pointing Stars, otras dos estrellas cuya línea imaginaria que las junta te lleva directamente hasta las primeras y cuyo ángulo recto, cuando se cruza con el través mayor de la Cruz, indica exactamente el Sur en el cielo.

Complicado para nosotros pero fácil para los antiguos que de esta forma navegaron durante cientos, incluso miles de años. Pero tenían que andarse con cuidado porque muy cerca de la auténtica Cruz, se encuentran otras dos formaciones muy similares. Por eso, se ayudaban con Alfa del Centauro, una de las estrellas más brillantes y la más cercana a nuestro Sol. Muy cerca de ella, se pueden ver a simple vista las galaxias más famosas de los cielos sureños, las Nubes de Magallanes. Su distancia a nuestro sistema, 160.000 años-luz, una minucia en nuestro Universo, aunque a uno le pueda marear si lo compara con la Luna, a un ridículo segundo-luz de nosotros, o el Sol a 6 minutos-luz. Debajo de las Nubes, se puede ver una pequeña nebulosa donde todavía están formándose y naciendo nuevas estrellas. También en esa parte del cielo podemos ver nuestra galaxia, la Vía Láctea, con muchas más estrellas que desde el Norte, al estar encarados directamente a su mismísimo corazón.

Si nos damos la vuelta y miramos hacia el Norte, veremos la constelación de Orión el cazador. La única diferencia con nuestro cielo es que está bocabajo. Encima de su cinturón, 3 notorias estrellas que siempre veréis juntas y en línea, se sitúa otra nebulosa con un par de estrellas recién nacidas. Muy cerca suyo también se localizan fácilmente Las Pléyades, las Siete Hermanas, un conjunto de estrellas en forma de cometa, con cientos de otras en su interior. Para los maorís, Las Pléyades les indicaban la llegada de su año nuevo, al aparecer cada Junio por el firmamento, después de estar unos meses desaparecidas. También para ellos, son los restos de la estrella más brillante del firmamento, cuyas vecinas, hartas de oírla vanagloriarse de su belleza, se conjuraron para despedazarla en cientos de estrellas menores. Siguiendo la eclíptica, la línea imaginaria por donde se mueven los planetas casi a ras de horizonte, se pueden localizar también las constelaciones de los 12 signos del zodíaco. Debajo de las Pléyades, Tauro. A su izquierda, Piscis, formado por dos peces unidos por la cola. Más al oeste Aries, y más al este Géminis, con sus dos estrellas gemelas. Cerca de ellas, Sirius, la estrella más brillante de todo el firmamento. Y así podríamos seguir noches enteras.

Cuentan los maorís, que antes el cielo era totalmente negro y que fue la diosa Tana quien recogió las estrellas de la tierra, las puso en su canoa y dirigiéndose al espacio las colocó en el firmamento, para ayudarlos a navegar y a fijar el calendario. Las que le sobraron las lanzó de golpe por la borda de la canoa, formándose así la Vía Láctea. El Camino de Leche que los romanos tomaron por el paseo de los Dioses. Y es que cuando uno mira para arriba, se siente tan pequeño que sin duda piensa que alguien muy grande debe andar por ahí.
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