martes, 4 de diciembre de 2007

Cenando en Kuala Lumpur

Todo el mundo tiene sus debilidades. Una de las mías son los libros de ciencia-ficción. Lo reconozco. Me encanta cuando en una situación normal, simplemente cambiando un elemento o creando un concepto nuevo, son capaces de darle la vuelta a la realidad. A veces, todavía me sorprendo pensando y jugando con una de esas ideas. Las cabinas de teléfonos se han convertido en máquinas de tele-transporte. Sólo tienes que marcar el código postal de donde quieres ir y al momento apareces en ese lugar. Para volver o para ir a tu próximo destino únicamente tienes que repetir la operación.

¿Os imagináis cómo cambiaría nuestra vida? Cualquier sitio del mundo al alcance en tan sólo un segundo. Desayunando un croissant en París, comiendo una pizza en Roma. Si quieres ir a la playa, siempre encontrarías algún rincón del mundo donde saliera el sol. Si te gusta esquiar, podrías hacerlo de noche en pleno verano. Sólo tendrías que marcar el código de cualquier pista argentina. Si sales con tus amigos, podrías irte de fiesta continua, saltando de uno a otro continente, siempre de noche. ¿Dónde estarían tus restaurantes favoritos? ¿Y dónde pasarías los fines de semana? ¿En tu casa de la playa en el Pacífico? ¿O en tu refugio de montaña en Canadá? ¿O vivirías allí todo el año? Al dejar de existir las distancias, dejarían de tener sentido las ciudades. Y tampoco existirían los coches, trenes, aviones, etc. El planeta entero sería una sola plaza, una calle peatonal, donde se mezclarían todas las razas del mundo. Sería un flujo continuo de gente en movimiento. Entrando y saliendo. Llegando y volviendo. Una y otra vez.

Nunca he podido acabar este juego porque antes de hacerlo, antes de poder imaginármelo de verdad, el vértigo puede conmigo. No pasa nada. En realidad, nunca pasará nada. La gente del siglo XXI nos tendremos que conformar con las aerolíneas de Low Cost. Ayer desayunamos cerca de la frontera de Myanmar y Laos, comimos en el aeropuerto de Bangkok, dormimos en Malasia y esta mañana estaremos en Camboya. Tres vuelos, 50 euros cada uno de ellos. Si hubiéramos ido directos del primer destino al último apenas nos habríamos ahorrado 40 euros, así que decidimos ir a cenar a Kuala Lumpur. Piso 33 del Hotel Traders, piscina interior en el bar y vistas directas a las Petronas, las torres gemelas de Asia famosas por estar unidas por una pasarela. Espectacular. Espectaculares.

Ahora ya cualquier edificio que se precie intenta reproducir formas de la naturaleza o comunicar algo a través de su diseño y estética. Las Petronas han ido un poco más lejos. Mirad la foto. Son dos auténticos templos, con la típica forma de las estupas del sureste de Asia, iguales que las que fueron construidas hace 1000 años en Angkor Wat pero con más de 450 metros de altura. Por dentro, centros comerciales, bancos y oficinas. En realidad, son los nuevos templos del futuro. Donde la gente se reúne los Domingos. ¿O no?


1 comentario:

Unknown dijo...

me hacéis soñar con solo seguir vuestro blog... buf! y aquí todo son prisas, stress y tópicos navideños que empiezan a dar la lata!
besos desde Barna
Mónica