martes, 20 de noviembre de 2007

Lost in translation??




(Nota: este post estaba atrasado, pertenece a Japón)

Una noche de aquellas en las que aún veía la tele, me encontré con una entrevista que le hacían a Sophia Coppola en la que explicaba de dónde venía el título de la película que la lanzó a la fama. Contaba que en sus múltiples ruedas de prensa en Japón (aquí simplemente la adoran!!!) se quedaba totalmente aturdida ante las traducciones que realizaban los intérpretes: por mucho que ella se explayara y contestara con todo lujo de detalles, sus traductores parecían liquidar las respuestas en tan sólo unas pocas palabras. Vaya, que se sentía totalmente perdida en la traducción (lost in translation).

Nosotros llevamos 2 semanas en Japón y nos hemos sentido de todo menos perdidos. Y es que si hay un pueblo que sepa hacerse entender, sea con sus palabras, sus reverencias, sus gestos o sus miradas, ese es el japonés. Lo que a la Coppola pudo sorprenderle es el dominio que el pueblo nipón tiene del arte de la simplificación. Ya lo hicieron con el sistema de escritura chino, que adoptaron primero para simplificarlo después, haciéndolo mucho más accesible a sus ciudadanos. O con el Budismo, que aunque llegó a Japón ya muy evolucionado y con un grado complejidad muy alto, poco tardaron en salirle hijos mucho más sencillos y centrados en las cosas que realmente preocupaban al pueblo. Estas variaciones, entre las que destaca el conocido Budismo Zen, desplazaron fácilmente al original, calando así no sólo en una gran mayoría de japoneses sino incluso más allá de sus fronteras: de una u otra forma, son muchos los occidentales que han adoptado su filosofía, sus rituales o simplemente su estética.

Pero aún más importante que hacerse entender es saber entender a la gente, y en esto sí que son unos auténticos maestros. A diferencia de otros países en los que nos sentíamos totalmente perdidos en la comunicación, incapaces de conseguir que comprendieran lo que les decíamos, pocos problemas hemos tenido en Japón para hacernos entender. Y es que los japoneses demuestran un profundo respeto por el ser humano, sea de la clase o condición que sea. Lo demuestran con sus reverencias, que se intercambian con indiferencia de quién es el que paga o quién es el que sirve. Lo demuestran en sus ganas de agradar y ayudar… Por eso viéndoles hoy cuesta entender que les llevó a hacer las atrocidades del pasado, y empiezas a cuestionarte si es que cambiaron a raíz de la guerra o es que todo fue la manipulación de unos pocos.

Fuera lo que fuere entonces, lo que queda hoy son muestras de sincero y profundo arrepentimiento. Así lo vimos en el museo del parque de la Paz de Hiroshima, donde antes incluso de relatar el lanzamiento de la bomba y las muertes y sufrimientos que causó, explican abiertamente cuál era la situación en la 2ª Guerra Mundial, y cuáles habían sido sus acciones (o errores) en la misma: invasiones, campos de concentración, trabajos forzados… Y cuando finalmente lo hacen es siempre sin intención de culpar ni reprocharle a nadie lo que ocurrió, sino con el simple propósito de evitar que algo así vuelva a pasar en el futuro.

Nos ha encantado Japón, sus ciudades, sus templos, sus palacios, sus montañas, sus costumbres y su comida. Pero sobre todo y ante todo, nos han encantado sus gentes.

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