viernes, 23 de noviembre de 2007

El paraíso vale 100 euros



Ayer llegamos a las Phi Phi Islands desde Phuket, capital del turismo sexual en Tailandia. El ferry, una muestra perfecta de todo tipo de mochileros y demás viajeros barateros. El puerto, un caldero hirviendo de vendedores de hoteles o cazadores de turistas inocentes, que viene a ser lo mismo. Nosotros, unos sobrados que preferimos sentarnos en una terracita delante del mar para matar el hambre con una cerveza bien fría a encontrar un buen bungalow. El final de la historia, preferiría no contarlo. Más de 3 horas buscando hotel, chancleando la isla, ahora inundada por la tormenta tropical que nos cayó y con un olor pestilente saliendo de los pozos negros rebosantes por la lluvia.

Este es el paraíso que nos habían prometido. El tsunami que pasó por aquí hace unos años se llevó por delante 300.000 personas pero dejó la oportunidad de empezar de nuevo desde cero. Un saldo carísimo. Y, aunque sea una frivolidad decirlo, más todavía cuando tampoco lo han aprovechado. Ahora apenas queda rastro de la ola gigantesca. Un par de carteles contando la obviedad de que la ruta de escape es subir a la montaña y poco más. Y es que no tardaron nada en volver a levantar las cabañas y bungalows. De hecho, lo hicieron con los mismos troncos que antes, pintados como pudieron y clavados en la misma arena. El hambre aprieta así que se dieron prisa y, tan pronto como acabaron de contar cadáveres, se pusieron a vender el paraíso en rebajas y en forma de hoteles y resorts. Y cuando uno vende gato por liebre, se le acumulan los ratones. Y eso les ha pasado. No es que se vean las ratas correr por las playas pero, si uno piensa en dónde se sentirían bien de vacaciones, se las imagina correteando por debajo de los andamios donde se aguanta la calle principal de Phi Phi. Un paseo cutre como pocos.

Tan cutre como el único motel -por llamarlo de alguna forma educada- que al final encontramos por 15 euros. A las ocho de la mañana ya estaba yo correteando esa calle, que además de principal es la única de la isla, para huir de nuestra cárcel de pago. Después de un par de horitas y ya íntimo de la mitad de los isleños que, os lo prometo, no paraban de saludarme al verme pasar, cachondeándose de mi cruzada imposible de encontrar una habitación decente, finalmente entré en un camino entre palmeras que me sacó del patio de atrás del paraíso. 100 euros. Ese es el precio del paraíso. Y de la habitación del Resort Cabana Hotel. Desde la cama donde estoy escribiendo, veo el mar a apenas veinte metros, con unos islotes más allá que parecen salidos de un decorado de Tarzán en la Jungla. Por suerte, detrás de otras palmeras, hemos encontrado unas cabañas, limpias y con un colchón nuevo que no tienen mala pinta. 20 euros la noche. Allí nos iremos porque a 100, como el turrón, por Navidad volvemos a casa. Pero que nos quiten lo bailao.




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